VINCULACIÓN TECNOLÓGICA

Tuberculosis: nuevos avances para su tratamiento

Investigadores y becarios del CONICET trabajan en el desarrollo de nuevos antibacterianos para tratar esta enfermedad que afecta a 11 mil personas por año en el país.


Desde su descubrimiento, los antimicrobianos han representado uno de los más importantes avances para la humanidad ya que han servido para tratar numerosas infecciones causadas por bacterias, hongos, parásitos y virus. Sin embargo, algunos de estos microorganismos generan resistencia, es decir que desarrollan la capacidad de evadir la acción de estos fármacos, prolongando la enfermedad y aumentando el riesgo de muerte.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el uso indebido y el abuso de los antimicrobianos en la medicina humana durante los últimos 70 años ha producido un aumento incesante del número y de los tipos de microorganismos resistentes a estos medicamentos, que se convirtió en un problema de salud pública de primera magnitud. Una de las enfermedades más afectada por esta cuestión es la tuberculosis, que ataca principalmente a los pulmones y es causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis produciendo 11 mil casos en Argentina por año según datos del Ministerio de Salud de la Nación.

Para combatir la resistencia a los antimicrobianos utilizados en el tratamiento de esta enfermedad, un grupo de investigadores del CONICET trabaja con los Laboratorios Richmond en el desarrollo de compuestos para tratar las cepas resistentes de Mycobacterium tuberculosis.

Gerardo Burton, investigador superior del CONICET, director dela Unidadde Microanálisis y Métodos Físicos Aplicados a Química Orgánica (UMYMFOR, CONICET-UBA) y miembro del proyecto, afirma: “En los últimos años, a nivel mundial se desarrollaron pocos antibacterianos con estructura química novedosa con lo cual, hoy en día, hay un problema de resistencia a los existentes. Por esto, debemos avanzar hacia nuevas sustancias, cambiar la estrategia de lucha contra las bacterias, atacar puntos donde aún no son resistentes”.

Por su parte, Mario Martínez, becario doctoral del CONICET en la Universidad de Buenos Aires y miembro del equipo aclara: “El tratamiento que existe para tratar la tuberculosis es bastante deficiente, consiste en un cóctel de medicamentos que el paciente tiene que tomar por 3 a 6 meses y como consecuencia sufre muchos daños hepáticos. La idea es tratar de encontrar una nueva droga con mejores índices de tolerancia”.

El equipo de científicos realizó la primera etapa del trabajo que consistió en la búsqueda de nuevas entidades químicas con propiedades antibacterianas y con estructuras diferentes a las de los antibióticos convencionales. Investigaron compuestos fluorados derivados del ácido caféico y específicamente la introducción de grupos difluorometilo en las moléculas por las propiedades particulares que tienen.

“Al iniciar la investigación vimos que no existían compuestos antibacterianos que tuvieran grupos difluorometilo en su estructura. Los agregamos y probamos la acción de estos grupos funcionales; al explorarlos encontramos que ese cambio provocaba que tuviesen mayor actividad antibacteriana que los compuestos originales y los tornaba selectivos contra Mycobacterium”, explica Fernando Durán, investigador asistente en el UMYMFOR y colaborador en el proyecto.

Asimismo, Martínez agrega que si bien la importancia de los nuevos compuestos radica en su efectividad y selectividad contra la micobacteria, algunos de los compuestos sintetizados también funcionan en otros microorganismos con alta resistencia a los fármacos. “Encontramos actividad antibacteriana moderada en otros patógenos relacionados a infecciones intrahospitalarias, se podría mejorar esa actividad que tienen para atacarlos”, comenta.

El descubrimiento forma parte de un largo proceso que continúa con la etapa de screening a cargo de Laboratorios Richmond. Elvira Zini, directora de Asuntos Técnicos y Científicos del laboratorio explica que la empresa es la encargada de realizar los ensayos preclínicos de actividad microbiana. Éstos consisten en buscar el target, es decir el tipo de bacterias para los que resultan efectivos los nuevos compuestos, y analizar de qué modo actúan. A partir de estos resultados el equipo de Burton podrá hacer las modificaciones químicas necesarias para mejorar las drogas que se utilizan.

Sin embargo, los científicos advierten que la comercialización es el cierre de un largo ciclo que puede llevar entre 5 y 10 años, ya que deben realizarse las pruebas preclínicas requeridas por todos los entes competentes para obtener así su aprobación y ser lanzado al mercado.

“El Laboratorio Richmond, como toda empresa argentina, estaría orgulloso de que el medicamento nuevo sea de desarrollo nacional. Ojalá suceda, pero todavía falta porque son investigaciones que llevan mucho tiempo”, subraya Zini.